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Una niña prueba una prótesis fabricada con una impresora 3D. / Balazs Moha (Efe)
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La impresión 3D, fuente de innovación

La popularización de la impresión tridimensional es uno de los filones de las nuevas tecnologías. Fundir material modelable, ya sea plástico, resina, titanio, polvo metálico o de escayola, nailon, materiales cerámicos, vidrio o incluso chocolate, entre otros, para depositarlo capa sobre capa en un soporte hasta conseguir un objeto, permite fabricar modelos y prototipos de forma rápida, precisa y personalizada. La impresión 3D se ha introducido de forma preferente en sectores como la medicina y la industria, pero también en la construcción, electrónica, educación, moda y calzado, joyería, música, alimentación, creación de miniaturas, etc.

Actualmente el valor del mercado de la impresión 3D supera los 5.300 millones de dólares. Su valor creció de 288 millones de dólares en 2012 a 2.500 millones en 2013 y se prevé que crezca a 16.200 millones en 2018, según un informe de Canalys.

Los ejemplos más sorprendentes de las enormes posibilidades de la impresión aditiva los encontramos en el sector sanitario y de las prótesis humanas: desde la creación en Sevilla de hígados de resina en tres dimensiones para ensayar cirugías muy complejas, al proyecto internacional para la bioimpresión en 3D de corazones infantiles para solucionar malformaciones congénitas, o el grupo de estudiantes de la Universidad de Connecticut, en EEUU, que ha conseguido imprimir prototipos de riñones artificiales, aunque todavía no han podido ser probados en seres humanos.

Un caso destacado es el de Nicolas Huchet, un francés de 32 años que hace más de una década perdió la mano en un accidente laboral. Huchet ha convertido su discapacidad en motor de innovación y emprendimiento, de forma que ahora fabrica prótesis biónicas de bajo presupuesto a partir de una impresora 3D. Ha llamado a su iniciativa My Human Kit y aspira a que cualquier discapacitado del mundo pueda fabricarse su propia prótesis.

En España tenemos el caso de la prótesis de mano que alumnos y profesores de la Universidad CEU San Pablo de Madrid construyeron el pasado mes de mayo para un niño de 6 años, personalizándolo de acuerdo con su edad y sus gustos al asemejarlo a parte de la armadura de Iron Man, su superhéroe favorito.

En la industria e ingeniería también hay constantes iniciativas: en Taiwán, el Instituto de Ciencia y Tecnología Chung-shan ha desarrollado una impresora 3D de objetos metálicos, que puede hacer réplicas de componentes y repuestos de equipos bélicos y aeroespaciales, a menor costo y con mayor calidad.

Ford se ha servido de la impresión 3D para desarrollar el nuevo modelo Ford GT, así como para construir maquetas de algunos de sus vehículos más conocidos gracias a esta tecnología. Frente a los métodos tradicionales, la utilización de piezas prototipo en 3D permiten a los diseñadores e ingenieros probar y refinar rápidamente varias opciones diferentes. La compañía señala que puede imprimir en 3D una pieza en solo unas horas por unos 1.000 euros, abriendo la puerta a una mayor experimentación y un diseño más innovador.

Y con la biomímesis, partes de un animal obtenidas por resonancia magnética pueden ser reutilizadas con fines industriales, como en el caso del pico de un flamenco que ha servido para construir un sistema hidráulico de turbinas.

Las aplicaciones de esta tecnología podrían utilizarse incluso en una futura conquista de Marte. La NASA lanzó recientemente un concurso para encontrar el mejor proyecto de edificación en tres dimensiones para las expediciones al planeta rojo. La posibilidad de imprimir los fragmentos de viviendas que serían montadas en el suelo marciano permitiría abaratar los costos e incrementar la autonomía de posibles colonos.

Emilio Sepúlveda, CEO de Natural Machines. / Toni Albir (Efe)

Emilio Sepúlveda, CEO de Natural Machines. / Toni Albir (Efe)

Otro campo es el de la gastronomía. Emilio Sepúlveda, CEO de Natural Machines, considera que las impresoras de alimentos en 3D sustituirán al microondas en las cocinas en los próximos años. La firma española ha desarrollado la impresora Foodini, que se empezará a comercializar para profesionales en febrero de 2016. Las primeras foodinis imprimen comida pero no la cocinan. La siguiente versión, que estará operativa en 2017, ya será para el consumidor doméstico, porque también cocinará. Como explica Sepúlveda, Foodini es un electrodoméstico que combina tecnología, comida, arte y diseño, y que se ha concebido “para cocinar en casa sin tener que gastar tiempo, sin manchar la cocina y sin saber cocinar”.

Como se ve, las posibilidades son ilimitadas y no cesa la aparición de aplicaciones y funciones para estas máquinas. Aprovechando que el precio de las impresoras 3D sigue bajando, esta tecnología se está moviendo más allá de la industria y los laboratorios de investigación para llegar a los hogares y las pequeñas empresas. Y es que son incluso más baratas si decidimos construir nosotros nuestra impresora.

Ante estas nuevas formas de hacer, es ya una evidencia que la impresión 3D demandará nuevos profesionales que sepan moverse en este sector en expansión: desarrollo de productos, modelos de impresión, diseño de software, distribución, etc. ¿Qué posibilidades de futuro le ves a este nicho tecnológico?

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