Sevilla: Bajo el estigma de los localismos
Después de tres décadas de autonomía, la capitalidad de Sevilla sigue siendo un debate abierto que solivianta al resto de Andalucía. Aunque pueda parecer increíble, el Estatuto de Autonomía que se aprobó en 1981 no fijó por escrito dónde se ubicaría físicamente el poder político y administrativo, una decisión que se aplazó hasta la segunda sesión ordinaria del flamante Parlamento y que salió adelante con más de la cuarta parte de los diputados en desacuerdo.
Hubo quien incluso reprochó que el debate, que para nada era baladí, se produjera tarde, en pleno Mundial de fútbol.
El 30 de junio de 1982 la Cámara determinó que tanto su sede como la del Gobierno andaluz estaría en Sevilla, mientras que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía se radicaría en Granada. Pero antes se escucharon argumentos en contra, incluso dentro del propio partido en el poder, el PSOE, que 30 años después no sólo se mantienen vivos, sino que se han radicalizado hasta el punto de que Sevilla aspira sin éxito a una ley de capitalidad que ningún presidente se ha atrevido a conceder.