APUNTEN los focos hacia Sergio Ramos, Marchena y Jesús Navas, los tres futbolistas que representaron a Andalucía en el mayor logro de la historia del deporte español, el Mundial de fútbol conquistado en Sudáfrica en 2010. Tres jóvenes de pueblo, de Camas, Las Cabezas de San Juan y Los Palacios, respectivamente, que recogían en Johannesburgo la copa más celebrada por todos los andaluces que gozan y sufren cuando hay un deporte por medio. Igual que sucediera con Felipe Reyes, Berni Rodríguez y Carlos Cabezas, los tres baloncestistas que formaban parte de los Chicos de Oro de la ÑBA cuando se subieron a lo más alto del podio universal en Japón en 2006. Para ellos fueron las mieles del éxito, pero lo que consiguieron no es más que la consecuencia de mucho trabajo, planificación y, por qué no resaltarlo, medios.
Cuando Andalucía se convirtió en comunidad autónoma y se creó por primera vez una Dirección General de Deportes dentro de la Consejería de Cultura que entonces dirigía Javier Torres Vela, allá por 1984, las infraestructuras deportivas en Andalucía eran precarias. Los niños, mayoritariamente, tenían que jugar al fútbol en algún descampado cercano a su domicilio, hacer canchas de tenis improvisadas en el asfalto de las calles, aprovechando que entonces el tráfico era mucho menor, etcétera. Hallar una barriada que tuviera cercana una cancha de baloncesto o una pista polideportiva ya iba creciendo en dificultades, todo lo más en algún colegio que pudiera estar dotado para ello. Y qué decir sobre una pista de atletismo para practicar el deporte rey. En Sevilla, por ejemplo, todo, o casi todo, se circunscribía al polideportivo de Chapina; y en Málaga, había que ir obligatoriamente a Carranque.
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