Agricultura (y III): Demasiadas cabezas de ratón
Ilustración: Miki&Duarte.
EN 1993, tras un periodo transitorio, la horticultura andaluza comenzó a vender a la Unión Europea sin ninguna barrera aduanera. Esto benefició particularmente a Almería, que ya contaba con una tradición exportadora nacida décadas atrás. Mientras, en Europa, potencias como Holanda sufrían una dura crisis ante la amenaza de un competidor que colocaba sus productos a precios competitivos y sin límite alguno.
Holanda se reinventó. Multiplicó la productividad de sus invernaderos y muchas de sus cooperativas vivieron un proceso de fusión que desembocó en verdaderos gigantes. En el campo hortofrutícola, The Greenery, creada en 1996, factura casi 2.000 millones de euros anuales, casi el doble que toda la industria hortofrutícola andaluza [ver gráficos].
Incluso en una zona tan dinámica como Almería queda mucho por recorrer. Y ya no es una cuestión de simple progreso. Como Holanda en los 90, o Almería se reinventa o será desplazada por nuevos competidores como Marruecos, con cada vez más facilidades para entrar en Europa a precios competitivos. Y esta situación es perfectamente extrapolable a toda Andalucía.
La única manera de sobrevivir será con empresas potentes y con tamaño, porque así se pueden acometer las inversiones necesarias para competir con mercados más competitivos en precio; y porque es lo que exige un poder cada vez más creciente: la distribución. Las centrales de compras de estas empresas están sustituyendo a los tradicionales mercados mayoristas, y se relacionan con unas pocas empresas capaces de adaptarse a la dinámica de la distribución: márgenes estrechos y rotación rápida de productos.
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