Inmigración: Andalucía, un destino para los emigrantes del norte y del sur
Andalucía recibe en poco más de una década a más de 600.000 inmigrantes, un tercio de ellos europeos.
Hace 30 años el fenómeno migratorio estaba detenido. La crisis de 1973 había puesto fin al éxodo de la fuerza laboral andaluza que durante décadas había alimentado la industria catalana, vasca, alemana y francesa. Muchos de aquellos andaluces habían tenido que retornar, mientras que los extranjeros todavía no habían llegado en cifras significativas. Pero este panorama fue un mero paréntesis porque a mediados de los 90 Andalucía dejó de ser tierra de emigrantes para convertirse en destino de la inmigración. Un extranjero no europeo en la Andalucía de los años 80 era una rareza. Ahora una imagen familiar.
En 1998 había 99.000 residentes no españoles en Andalucía, frente a los más de 730.000 del último padrón, el 8,6% de la población total. Es decir, en los últimos 13 años han llegado a la comunidad para quedarse 630.000 personas de otros países. Han acudido atraídos por el reclamo de mano de obra para la construcción, los servicios y la agricultura, pero también por el sol y playa, y se han distribuido por el mapa de acuerdo con estos intereses. Por eso, en términos relativos es Almería la provincia con más extranjeros: 155.315 que suponen el 22% de su población total. Pero en términos absolutos la clasificación la encabeza Málaga: 283.498 ciudadanos de otros países, o lo que es igual, el 17% de su censo.
En tres décadas se ha pasado de una sociedad profundamente homogénea a un territorio multicultural y multicolor en el que las escuelas se han llenado de niños de diferentes culturas, religiones y hasta tradiciones culinarias, las parroquias conviven con las mezquitas y el té moruno con el té de las cinco de la tarde y el chocolate con churros. Porque la principal particularidad de la inmigración en Andalucía reside en su heterogeneidad.
Un tercio de estos nuevos residentes proceden de la Europa de los 15, o sea, la de la bonanza. Cerca de la mitad son británicos. De hecho, en este momento Andalucía acoge prácticamente la misma cifra de ciudadanos del Reino Unido que de Marruecos. Los primeros llegaron siguiendo la llamada del sur, la tentación del clima, la buena vida y hasta de la mitología que crearon en su memoria colectiva los viajeros románticos del siglo XIX. Los segundos respondieron a la llamada del norte: trabajo y mejora de las condiciones de vida.
La tercera nacionalidad en importancia es la rumana. En Andalucía viven en la actualidad cerca de 100.000 rumanos. La suya es una condición extraña. Son ciudadanos de la Unión Europea, pero no gozan del mismo estatus que, por ejemplo, los británicos. A efectos residenciales y laborales son tratados como inmigrantes de países no comunitarios.
Cada uno de estos colectivos tiene sus propias circunstancias y características. Hace unos años la geógrafa Carmen Carvajal estudió la integración de los niños extranjeros en las escuelas andaluzas. Para sorpresa general, los peor adaptados resultaron ser los hijos de los británicos. Aquel análisis refleja la que quizás sea la principal singularidad de los europeos afincados en Andalucía: el aislamiento. “Tienen sus propios fontaneros, sus propios peluqueros, viven en su propio idioma, no tienen un manejo suficiente del español para entenderse con la Administración”, dice Rafael Durán, experto en georontoinmigración de la Universidad de Málaga. Aunque pueden, no votan en las elecciones municipales y en general se abstienen de participar en la vida pública. Cuando lo hacen es convertidos en grupos de presión como ha sucedido con el asunto de las viviendas ilegales.
No obstante, Rafael Durán reivindica la necesidad de no olvidar a los inmigrantes europeos. “Nos ofrecen la oportunidad de mejorar el funcionamiento de nuestro sistema. Ellos no han conocido otra cosa que la vida en democracia, son exigentes con los servicios del Estado de bienestar que aquí está a medio construir. Representan una oportunidad y no sólo desde el punto de vista económico”.
Además, el colectivo no es bien conocido. “Pensamos que tienen un poder adquisitivo alto, pero en realidad hay mucha gente de clase media que, además, ya no posee propiedades en sus países y se han visto seriamente perjudicados por la caída de la libra”.
La edad es otro de los elementos que dotan de heterogeneidad a la inmigración andaluza. La mayoría son jóvenes en edad laboral, con capacidad para reanimar las anémicas estadísticas de la natalidad. Sin embargo, cerca de la mitad del colectivo de europeos son mayores de 55 años.
Un peo pa los inmigrantes que quitan trabajos a la gente y dejan a la juventud parada.
Así es y que no digan que quitan trabajos hoy en día que ya hay gente que está tan mal que está dispuesta a todo. LOS DE AQUÍ PRIMERO.