Agua (y II): Desaladoras y trasvases, en busca del equilibrio
En matemáticas, dos más dos son cuatro, pero en ingeniería hídrica no existe una solución única. Andalucía a lo largo de su historia reciente ha necesitado trasvases intercuencas para hacer frente a los déficits estructurales de sus sistemas de explotación agrícolas, industriales y humanos, transferencias que han requerido la construcción de obras declaradas de interés general, y también ha recurrido a técnicas de desalación y reutilización, con menor consumo energético y más eficiencia, principalmente en las zonas costeras.
Dos opciones igual de buenas, enfrentadas por detractores y partidarios, para complementar un uso de las aguas subterráneas que no siempre ha sido racional: sólo en 2006 se abrieron en la comunidad más de 1.800 expedientes por la perforación de pozos ilegales. En Andalucía están en vigor los trasvases Guadiaro-Majaceite, que podría llevar hasta 30 metros cúbicos por segundo a la cuenca del río Guadalete para el abastecimiento urbano e industrial de las poblaciones de Cádiz; el Negratín-Almanzora con un volumen anual máximo de 50 hectómetros cúbicos que llegan del embalse de Jaén hasta el levante almeriense; y el Tajo-Segura, que se remonta a 1967 aportando un tope de 200 hectómetros a poblaciones de Alicante, Murcia y Almería.
La historia de la desalación en España se inicia hace casi medio siglo, aunque en 1933 ya se puso en marcha precisamente en el rincón almeriense de Cabo de Gata la primera instalación de osmosis inversa. De las más de 900 plantas existentes en el país, Andalucía se queda apenas con una decena, todas ubicadas en la Costa del Sol y Almería, con una producción anual que ronda los 160 hectómetros pero que llegará a corto plazo a los más de 240. Su principal impulso se experimentó con la aprobación del Programa AGUA en 2004, una nueva cultura hídrica con la que el Gobierno de Zapatero echó por tierra el anterior Plan Hidrológico Nacional de Aznar y su ambicioso trasvase del Ebro al sureste español. Desde entonces, se ha producido una batalla casi permanente, de rédito electoral, sobre la mejor solución contra la sequía andaluza en clave de impacto ambiental, olvidando que trasvases y desaladoras son dos opciones complementarias en busca del equilibrio.
Iván Gómez es jefe de local del Diario de Almería